

Nos rasgamos las vestiduras hoy, después de más de mil asesinatos, despues de miles de atentados, secuestros, extorsiones. Después de años de impunidad en los que los mafiosos etarras y sus cachorros de la kale boroka han campado a sus anchas sembrando el terror y amedrentando a todos los ciudadanos. Los cargos públicos necesitando escoltas, el pueblo en silencio mirando hacia otro lado sabiendo que su vecino forma parte de ese entramado.
40 años de terror no se sostienen solo sin la cobardía, sin el silencio y sin la complicidad de los demás. Les hemos dado las ikastolas, les hemos permitido abrir herriko tabernas, les hemos dejado tomar los estadios de fútbol, les hemos subvencionado grupos de rock en aras de la cultura juvenil. Les hemos permitido protagonizar las fiestas patronales y lo que es peor: Siendo conscientes de todo esto, les heos facilitado que contagien su criminal locura por todos los rincones de España, consiguiendo adeptos y colaboradores bajo el paraguas de asociaciones y partidos separatistas.
Las ikastolas son colegios donde teóricamente se fomenta el conocimiento del euskera. La realidad es que son escuelas de odio a España. Desde la infancia les niegan el conocimiento de otra realidad que no sea la vasca; les inculcan que el País Vasco es una nación ocupada por los españoles; crecen acoctrinados en una inventada historia de gudaris; les prohíben bajo penas de castigos, el uso del idioma común; les educan detestando a las fuerzas armadas y resto de fuerzas de seguridad, a los que llaman cipayos. Predican con el ejemplo la violación de la Constitución ante la permisividad de todas las autoridades locales, autonómicas y nacionales. Pero claro, es la propia Constitución del 78 la que abrió la caja de pandora de la locura autonómica.
Las herriko tabernas son bares abiertos al público donde se reunen los miembros y simpatizantes de la ETA. Allí proclaman libremente su soflamas delirantes entre txikitos y pintxos. Allí celebran con cava los atentados de sus héroes gudaris. Allí cuelgan las fotos de sus presos a modo de santuario; sus carteles y sloganes. Y allí también acuden otros, ajenos a ese mundo, pero que quieren disfrutar de unos precios económicos a la hora de tapear, dándoles cobardemente igual que esas tabernas sirvan para la transmisión de directrices asesinas, y para la financiación de sus actividades. ¿quién da las licencias de apertura? ¿quién permite la exhibición de toda la parafernalia abertzale que conculcando así la legalidad vigente?
Pero también toman los campos de fútbol y convietiendo los fondos sur y norte de San Mamés y Anoeta en campos de reclutamiento, en escenario de sus cánticos y slóganes, en museos de sus banderas y pancartas. Buscan la complicidad de las gradas y de los futbolistas que sin pudor acuden a sus actos y convocatorias, convirtiéndose en héroes deportivos de su demencial causa. Lo que en ningún otro campo de fútbol se permitiría, allí se muestra con exageración ante la pasividad complice de aficiones tan tradicionales como las del Bilbao o la Real Sociedad, recibiendo cada domingo una extensión más del separatismo criminal.

Y las fiestas patronales. También son escenario de sus soflamas ante la mirada indiferente de autoridades y ciudadanos. Los chupinazos, los encierros y los pasacalle sirven para su indecorosa exhibición de símbolos prohibidos y gritos criminales ante la actitud permisiva cuando no colaboradora de todos: ciudadanos, políticos, autoridades y fuerzas de seguridad.


Y hoy pretendemos que sean ellos, aquellos a los que hemos dado la espalda, los que corrijan tal demencial situación.
Simplemente tenemos lo que nos merecemos.