Esta semana nos trae el autor la denuncia de lo que realmente ocurre en ese pedazo de tierra antes conocido como Vascogadas y hoy se conoce como País Vasco. Y nos transmite lo que con normalidad ocurre allí cuando en cualquier otro lugar del mundo civilizado no ocurriría o si de ocurrir tendría consecuecias legales. Y es que el hecho de que los niños jueguen inocentemente junto a un mural proetarra es algo cotidiano, forma parte de la normalidad vasca.
Pero es extraño que el autor traiga esto a colación en el 2011, cuando esto es lo habitual desde hace 40 años. Incluso ha sido bastante peor y bastante más cruel años atrás con la complicidad de todos aquellos que han colaborado con su silencio.
Nos rasgamos las vestiduras hoy, después de más de mil asesinatos, despues de miles de atentados, secuestros, extorsiones. Después de años de impunidad en los que los mafiosos etarras y sus cachorros de la kale boroka han campado a sus anchas sembrando el terror y amedrentando a todos los ciudadanos. Los cargos públicos necesitando escoltas, el pueblo en silencio mirando hacia otro lado sabiendo que su vecino forma parte de ese entramado.
40 años de terror no se sostienen solo sin la cobardía, sin el silencio y sin la complicidad de los demás. Les hemos dado las ikastolas, les hemos permitido abrir herriko tabernas, les hemos dejado tomar los estadios de fútbol, les hemos subvencionado grupos de rock en aras de la cultura juvenil. Les hemos permitido protagonizar las fiestas patronales y lo que es peor: Siendo conscientes de todo esto, les heos facilitado que contagien su criminal locura por todos los rincones de España, consiguiendo adeptos y colaboradores bajo el paraguas de asociaciones y partidos separatistas.
Las ikastolas son colegios donde teóricamente se fomenta el conocimiento del euskera. La realidad es que son escuelas de odio a España. Desde la infancia les niegan el conocimiento de otra realidad que no sea la vasca; les inculcan que el País Vasco es una nación ocupada por los españoles; crecen acoctrinados en una inventada historia de gudaris; les prohíben bajo penas de castigos, el uso del idioma común; les educan detestando a las fuerzas armadas y resto de fuerzas de seguridad, a los que llaman cipayos. Predican con el ejemplo la violación de la Constitución ante la permisividad de todas las autoridades locales, autonómicas y nacionales. Pero claro, es la propia Constitución del 78 la que abrió la caja de pandora de la locura autonómica.
Las herriko tabernas son bares abiertos al público donde se reunen los miembros y simpatizantes de la ETA. Allí proclaman libremente su soflamas delirantes entre txikitos y pintxos. Allí celebran con cava los atentados de sus héroes gudaris. Allí cuelgan las fotos de sus presos a modo de santuario; sus carteles y sloganes. Y allí también acuden otros, ajenos a ese mundo, pero que quieren disfrutar de unos precios económicos a la hora de tapear, dándoles cobardemente igual que esas tabernas sirvan para la transmisión de directrices asesinas, y para la financiación de sus actividades. ¿quién da las licencias de apertura? ¿quién permite la exhibición de toda la parafernalia abertzale que conculcando así la legalidad vigente?
Pero también toman los campos de fútbol y convietiendo los fondos sur y norte de San Mamés y Anoeta en campos de reclutamiento, en escenario de sus cánticos y slóganes, en museos de sus banderas y pancartas. Buscan la complicidad de las gradas y de los futbolistas que sin pudor acuden a sus actos y convocatorias, convirtiéndose en héroes deportivos de su demencial causa. Lo que en ningún otro campo de fútbol se permitiría, allí se muestra con exageración ante la pasividad complice de aficiones tan tradicionales como las del Bilbao o la Real Sociedad, recibiendo cada domingo una extensión más del separatismo criminal.
Y los conciertos musicales. En aras de la cultura juvenil se ha subvencionado a grupos de rock para que lleven a sus letras y acordes el odio antiespañol, el enardecimiento de la lucha por la independencia, las gestas de los héroes del coche bomba y el tiro en la nuca. Se les ha facilitado locales de ensayo, equipos técnicos, instrumentos musicales. Se les ha contratado en las fiestas locales y de barrios. Se les ha ayudado con los estudios de grabación bajo el pretexto de fomentar el asocicionismo y el compromiso juvenil.
Y las fiestas patronales. También son escenario de sus soflamas ante la mirada indiferente de autoridades y ciudadanos. Los chupinazos, los encierros y los pasacalle sirven para su indecorosa exhibición de símbolos prohibidos y gritos criminales ante la actitud permisiva cuando no colaboradora de todos: ciudadanos, políticos, autoridades y fuerzas de seguridad.
Han llenado los pueblos y los barrios con pintadas y murales, algunos de los cuales necesitan días para ser elaborados, con motivos terroristas y exaltación de la lucha armada. ¿Cómo se puden realizar impunemente murales que necesitan horas de dedicación? ¿Dónde están las fuerzas de seguridad del estado? ¿Qué hacen los políticos y las autoridades? ¿Qué hacen los ciudadanos? Una simple llamada a la policiá obligaría a intervenir ¿Ni una simple llamada somos capaces de realizar?
Si todos: todos somos culpables. Yo por utilizar su lenguaje (Páis Vasco, txikitos, pintxos); las autoridades políticas por permitirlo y financiarlo; las fuerzas de seguridad por no cumplir con los mandatos legales; los medios de comunicación por mirar hacia otro lado o asistiendo masicamente a sus ruedas de prensa; los líderes de opinión por no denunciarlo con la necesaria contundencia. Todos hemos abandonado a los vascos en manos de una banda de mafiosos y criminales. Les hemos dejado durante decenios solos, amedrentados y secuestrados incluso a aquellas mujeres como Regina y Gontzone que se han jugado la vida defendiendo unos principios hasta que agotadas han tenido que abandonar.
Y hoy pretendemos que sean ellos, aquellos a los que hemos dado la espalda, los que corrijan tal demencial situación.
Simplemente tenemos lo que nos merecemos.
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